miércoles, 30 de noviembre de 2011

Huellas De Fuego: ¿Mensajes Del Purgatorio?

En 1897, el párroco de la iglesia del Sagrado Corazón 
del Sufragio, en Roma, inició una extraña colección: las 
huellas de fuego dejadas en páginas de libros, ropas o 
sábanas por almas que han regresado del más allá para 
«pedir el sufragio de oraciones».
 - - La iglesia del Sagrado Corazón del Sufragio, en Roma.
En ella se conservanobjetos que muestran extrañas marcas
de fuego: éstas han sido definidas como
«testimonios del más allá».- -




La iglesia del Sagrado Corazón del Sufragio, situada frente al
Tíber, en Roma, constituye una curiosidad en sí misma: es la
única construcción de estilo neogótico de la capital. Pequeña,
apretada entre altos edificios, es una rareza arquitectónica de
la Ciudad Eterna. Pero encierra otras rarezas, además de su
aspecto exterior.
Dentro de la iglesia hay algo que quizá sea único en el mundo:
en un cuartito contiguo a la iglesia se puede adivinar lo que
podríamos llamar «una colección de testimonios del más allá».
Se trata de un conjunto de sábanas, hábitos, tablillasy páginas
de libros encerrados en vitrinas de cristal, todos los cuales
muestran signos impresionantes: cruces, huellas ennegrecidas
de dedos y de manos.
Esta singular colección fue iniciada en 1897. En aquel año,
la capilla de la Virgen del Rosario, situada junto a la iglesia,
se incendió. Cuando las llamas quedaron extinguidas el
párroco de aquella época, Victor Jouet, observó algo
extraño en una pared del altar. Quizá había sido una jugarreta
del fuego, pero el hecho eraque el humo había trazado un
dibujo que resultaba, por lo menos, alucinante: parecía un
rostro, un rostro de expresión afligida y melancólica.
Jouet llegó a una conclusión muy personal: quizá era un
difunto que trataba decomunicarse con los vivos,
probablemente un alma en pena, condenada a pasar un
período más o menos largo en el purgatorio. El religioso
se preguntó si en otros lugares se habrían registrado
apariciones análogas, y comenzó a realizar investigaciones
en ese sentido.
La búsqueda no resultó nada sencilla pero, al cabo de
algunos años, el padre Jouet consiguió reunir muchos
testimonios curiosos que parecían confirmar su hipótesis:
en varios casos, almas que se encontraban en el purgatorio
se habían manifestado a los vivos, pidiendo plegarias e
intercesiones que apresuraran su llegada al paraíso.
La documentación relativa a estos hechos increíbles
se conserva justamente en el museo anexo a la iglesia
del Sagrado Corazón del Sufragio, un museo escalofriante
que permite revivir, a través de las dramáticas
«huellas de fuego» que han persistido de ellas, las
sombrías historias que ocurrieron en el. pasado.
Era la noche del 21 de diciembre de 1838. José Stitz
estaba leyendo un librode oraciones cuando, de improviso,
se estampó en una de las páginas la huella de una mano.
El corazón de Stitz dio un brinco de temor, tanto más
porque lepareció sentir una presencia insólita, una ráfaga
de viento frío. Después, creyó escuchar una voz:
reconoció la de su hermano, muerto hacía poco, que le
suplicaba que hiciera rezar unas misas por su alma, para
abreviar su estancia en el purgatorio. Stitz se sobresaltó;
creyó que se había quedado dormido un momento, pero no
era así: lo probaba la palma ennegrecida claramente visible
en una página del libro.
 - - Una tablilla que tiene impresa la huella de la palma
de una mano. La extraña colección fue iniciada en
1897 por el párroco de la iglesia romana. - -
También le hermana Margarita del Sagrado Corazón
recibió, en la noche del 5 dejunio de 1864, una visita de
ultratumba. La religiosa estaba acostada; de pronto,
su celda se llenó de sombras indistintas y una de éstas
se fue concretando, lentamente, hasta hacerse reconocible:
era la hermana Maria, muerta poco tiempo antes.
La aparición, vestida con el hábito de las clarisas –orden
a la que había pertenecido la difunta–, parecía desesperada.
Cuando vivía –explicó a la atónita Margarita– había cometido
un grave pecado: había deseado ardientemente la muerte,
con el objeto de sustraerse a los dolores que le causaba la
enfermedad que sufría, y a consecuencia de la cual murió.
Por esto, le habían correspondido veinte años de purgatorio.
El «fantasma» pidió luego oraciones que apresuraran su paso
al paraíso.La hermana Margarita, aunque lógicamente se
sentía aterrorizada, creía ser víctima de una alucinación. Y,
para convencerla, la aparición quiso dejar un signo tangible
de su presencia y tocó con un dedo de fuego la funda de su
almohada.Junto a este documento, se encuentra en la iglesia
del Sagrado Corazón del Sufragio otro testimonio ultraterreno.
Fue dejado, el 1 de noviembre de 1731, por el padre
Panzini, abad de la ciudad italiana de Mantua. Su venida a
este mundo para pedir la intercesión de los vivos se estampó
sobre la túnica de la venerable madre  Isabella Fornari,
abadesa de las clarisas de Todi, con dos huellas, la segunda de
las cuales quemó el hábito y la camisa de la religiosa. El padre
Panzini dejó además otros «signos» en hojas de papel y en una
mesilla de madera en la que hasta quedó
impresa una cruz.
 - - La huella de una mano y de una cruz, dejadas, según
las hipótesis que se barajaron en la época, por almas que
permanecían en el purgatorio y se presentaban
a los vivos para pedir oraciones que aceleraran su paso
al paraíso.- - -
La lista podría continuar largamente, pero bastará con
recordar aquí otra historia vinculada a una huella de fuego.
Se remonta a 1814. Una noche de ese año  Margarita 
Demmerlé, de Metz (Francia), recibió la visita de la madre
de su marido: «Soy tu suegra, muerta de parto hace 
treinta años –dijo el fantasma–. Haz una peregrinación 
al santuario de Nuestra Señora de Marienthal por mí.»
La nuera obedeció, y cuando hubo realizado la peregrinación,
la difunta reapareció.
Después de agradecerle su bondad le dijo que, finalmente,
estaba a punto de ascender al paraíso y le dejó un «recuerdo»:
una huella de fuego en el vestido que llevaba.
¿Qué decir a propósito de este insólito «museo del más allá»?
Quizá convenga subrayar, en primer lugar, que los episodios
ocurrieron en épocas pasadas, cuando la gente quizá estuviera
más dispuesta a aceptar la posibilidad de estas «visitas».
Hay que observar, además, que estas extrañas apariciones
siempre tuvieron lugar por la noche, en las horas que se han
revelado como más idóneas para que se produzcan
fenómenos de alucinación y sugestión.
Agreguemos, finalmente, que algunas de estas historias
tienen como protagonistas, ya a religiosos, ya a creyentes
fervientes, como José Stitz, que estaba leyendo un
libro de oraciones cuando se le apareció su difunto hermano.
De modo que bien podríamos imaginar que estas personas
–que, por otra parte,es posible que estuvieran adormiladas,
o en esa especie de ligero trance que tanto se parece al
duermevela– hayan provocado ellas mismas esos
fenómenos psicokinéticos.
En ese caso, los «fantasmas» y sus «huellas de fuego»
podrían haber sido creados por sus mentes que, fuertemente
impresionadas por su presunto contacto con el más allá,
habrían originado acontecimientos PK. ¿Será esta una
explicación demasiado racionalista? No deja de ser
extraño que ni siquiera quienes creen en la realidad del
espiritismo hagan figurar con seguridad «las huellas de fuego»
entre los fenómenos que dan fe de una comunicación
entre este y «el otro mundo». Hechos de este tipo suceden
muy pocas veces en el curso de sesiones mediúmnicas.
El estudioso alemán Hartmann informó acerca de uno,
ocurrido en presencia de la médium Elisabetta Esslinger:
En el transcurso de una sesión, la mujer, antes de estrechar
la mano a una presunta «pobre alma», liberada por medio
de sus asiduas plegarias, se envolvió la mano con
un pañuelo. Fue una protección utilísima, porque el apretón
hizo saltar chispas que dejaron sobre la tela trazas de
quemaduras en forma de mano.
 - - Huella en las páginas de un libro. Todos los episodios
que se conocen tuvieron lugar por la noche; por lo tanto,
se podrían explicar racionalmente como fenómenos
psicokinéticos. - -
Por otro lado, en un opúsculo editado por los misioneros
del Sagrado Corazón se puede leer:
La Iglesia condena el espiritismo, considerado una creencia
susceptible de evocar con prácticas mediúmnicas el espíritu
de los difuntos. Pero el museo recoge solamente huellas
causadas por almas que volvieron espontáneamente,
para pedir sufragios de plegarias o buenas obras.
Las «huellas de fuego» se hallan, por lo tanto, estrechamente
ligadas a un problema de fe. Misteriosas, enigmáticas,
constituyen un desafío inquietante para el hombre del siglo 21
que, evidentemente, es ya incapaz de sumergirse en una
atmósfera quehaga posibles fenómenos de este tipo.






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