El Escorial y otras puertas del infierno
El lúgubre e impresionante monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial, construido por orden de Felipe II, es uno de los monumentos más emblemáticos de todo el mundo. Las leyendas cuentan que fue erigido para tapar nada menos que una boca del infierno, como ocurrió en otros recónditos lugares. ¿Qué se oculta tras sus gruesos muros de piedra…?
por Juan Ignacio Cuesta.
Revista española ENIGMAS Nº 178.
Cuentan que cuando suenan las doce campanadas a medianoche en el monasterio de San Lorenzo el Real, en el pueblo madrileño de El Escorial, se escucha simultáneamente la risa del fantasma de Felipe II. el rey que lo concibió y mandó construir. Es una de las leyendas de este lugar mágico, sagrado, misterioso… y siniestro para muchos. Ésta se explica por el crotoreo de las cigüeñas que anidaban en sus tejados cuando no se impedía que pusieran sus nidos. Pero hay muchas otras, y la más notable entre ellas es la que afirma que con este colosal santuario, equiparable a cualquiera de las grandes pirámides egipcias, quiso tapar una de las puertas que conducían directamente al infierno… un infierno muy particular, como vamos a comprobar.
El Rey contra el Señor de las Tinieblas
Felipe II de Habsburgo. uno de los mandatarios más poderosos de toda la historia de Occidente, fue un hombre del que hoy podemos decir dos cosas: era más un tecnócrata maniático que un monarca, y era inmensamente supersticioso. Si hoy día fuera a la consulta de un psiquiatra, seguramente le diagnosticarían un síndrome que explicara su particular personalidad, en la que se mezclaba un temperamento maníaco-depresivo con una aparente y sorprendente serenidad… y una de sus principales fobias eran el diablo, sus legiones de ángeles traidores, y aquel tenebroso reino del fuego que podría atormentarle eternamente.
Por eso sus dimensiones política y espiritual fueron siempre a la par. y ésto se reflejó en su más magna obra, un colosal edificio sagrado que también habría de convertirse en símbolo de su poder y de sus creencias. Lo levantó atendiendo a una petición de su padre Carlos I y le consagró para siempre como máximo defensor de una manera un tanto fanática de vivir un catolicismo fundamentalista que ocultó -y oculta- algunos de sus devaneos heterodoxos.
Nos cuenta el cronista oficial de la historia del edificio, el padre Jerónimo fray José de Sigüenza. que para decidir cuál era el lugar idóneo donde edificarlo se convocó una comisión de expertos donde había “hombres sabios, filósofos, arquitectos y canteros experimentados en el arte de edificar para examinar la sanidad, la abundancia de aguas y aires… conforme a la doctrina de Vitrubio” Se les incorporaron otros frailes de la Orden de San Jerónimo, buenos conocedores de la Biblia y de las “intenciones reales” Éstos serían los primeros que habitarían la clausura del futuro monasterio para rezar continuamente por su fundador y su familia y así conjurar al “amo de las tinieblas”.
Tras descartar otros lugares, se reunieron el 14 de noviembre de 1561 para visitar el sitio e informar al monarca. Iban presididos por uno de los secretarios personales de Felipe II, Pedro del Hoyo, viejo compinche del rey en realizaren secreto experimentos de alquimia en su casa de Madrid.
En la crónica del padre Sigüenza se cuenta cómo transcurrió la jornada. Se presentó un tanto turbulenta, y en ello quisieron los piadosos investigadores ver una señal. Soplaba un viento muy fuerte y terminaron zarandeados por un violento huracán que “no les dejaba llegar hasta el sitio, y arrancó las bardas de la pared de una viñuela. arrojándolas sobre sus rostros” Y. “de este viento, despertado tan de repente en esta ocasión, han conjeturado algunos, con no poco fundamento, cuánto le ha pesado al demonio que se levantase una fábrica donde, como de un alcázar fuerte, se le había de hacer mucha guerra”.
Además, tomaron nota de viejas leyendas populares que hablaban de una mina cuyas galerías llegaban hasta las mismísimas puertas del infierno y por donde salía a veces el diablo envuelto en chispas. En eso se basan las afirmaciones de quienes piensan que el santuario fue construido para taponar ese acceso y poner su control bajo la tutela del Rey Prudente. Dicho así. todo parece explicable sin darle más vueltas. Pero hay más. En el monasterio hay algunas claves que debemos conocer para indagar en la complicada mente de Felipe II, y su sensibilidad ante este tema.
Orfeo baja al infierno
en la biblioteca escurialense
No hay muchos tratados y creo que casi ningún guía oficial, que vaya a explicarnos dónde mirar y cómo. Por eso hay que desvelar aquí, donde no nos los pueden impedir, qué lugares hay que visitar en este laberinto y en qué cosas fijarse para entender sus misterios.
Iremos en primer lugar a la biblioteca, a la que llegaron libros muy especiales, sobre todo los que trataban de brujería, demonología, alquimia, conjuros y otros temas prohibidos -como el enigmático y buscado Enchiridion, de León III, un poderoso tratado de magia-. Todos fueron condenados por la Iglesia y perseguidos por la Inquisición, que intentó quemar los ejemplares. Pero, aunque la mayoría está en paradero desconocido, quedaron los que escondió en secreto -con la complicidad real- su creador y primer custodio, el extremeño Benito Arias Montano, a quien sucedió fray José de Sigüenza. Allí puede encontrarse también el siniestro Malleus maleficarum, un manual eficaz para reprimir todo paganismo a base de torturar con dureza a los sospechosos de tener tratos con seres sobrenaturales.
Este santuario, donde se intentó reunir todo el saber alcanzado hasta entonces, fue decorado por los pintoresTebaldi y Carducci siguiendo instrucciones de Arias Montano, fray José y Juan de Herrera. Con el consentimiento real, incluyeron claves esotéricas sobre la esencia del edificio, destinadas a ser entendidas por unos pocos iniciados.
Empezando por la referencia más antigua, fijémonos en una pintura que nos muestra a Orfeo descendiendo al infra-mundo a rescatar de la muerte a su esposa Eundice. Lleva en la mano una lira con la que adormecerá al terrible can Cerbero, guardián de tres cabezas que custodia la tenebrosa puerta de una sola dirección. Llega hasta donde se halla el espíritu de su amada. Conmovidos, los reyes de los infiernos Hades y Perséfone, permiten que regresen al mundo, pero ella desobedece los mandatos de la sibila Proserpina y vuelve la cabeza para mirar atrás. Por eso es castigada, y devuelta a las profundidades.
Esta referencia al mito clásico nos permite conocer cómo concebían los paisajes infernales, algo distintos a los que fueron adoptados por el cristianismo, basados en antiguos mitos y creencias de los pueblos de Oriente Medio.
Para el mundo clásico, la puerta a la morada de los espíritus estaba en la orilla opuesta a la de la vida de la laguna Estigia. Los hombres sólo podían cruzarla tras morir subiendo a la barca de Caronte -a quien tenían que pagar con un moneda, por eso se les ponía una en la tumba-. Ya sabemos que no regresaba casi nadie. Luego, según los méritos de cada uno, man al cielo olímpico, los Campos Elíseos, lugar de plenitud y felicidad -un tanto orgiástica- junto a los dioses, o al Tártaro, un reino de dolor y desesperación, un pozo boscoso, oscuro y enmarañado, donde sufrirían torturas por las faltas cometidas. En este infierno no hay ninguna referencia específica a un posible fuego eterno.
Esta zona está dedicada a la Música, una de las disciplinas del Quadrivium medieval, porque la lira de Orfeo tiene poder sobre los guardianes del más allá. Cerca, presidiendo el centro de la sala, vemos otro personaje poderoso, el rey Salomón, que propone enigmas numéricos a la reina de Saba.
El acoso del
perro negro
Uno de los momentos más dramáticos que afectaron a la construcción del monasterio fue cuando apareció un enorme y misterioso “perro negro”, que arrastraba cadenas y aullaba de modo que helaba la sangre de los que lo escuchaban, y deambulaba por las obras. Los más intrigantes afirmaban que “era indicio de los motines que en secreto iban urdiéndose contra el rey, que obtenía los fondos para su obra de una abusiva aleábala -impuesto- de diez a uno. que los gemidos del can eran los de los pobres del reino, y el rumor de cadenas, las que imponía a los humildes” No faltó quien considerase que aquel lebrel era el diablo, que quería impedir que se tapase la puerta de su guarida.
Según se cuenta, estaban los monjes en maitines, cuando los lejanos ladridos obligaron a detener los rezos. El espanto era evidente en sus rostros.
Fue en ese momento cuando el jefe de obras, fray Antonio de Villacastín. acompañado de otro fraile, fueron a buscar al origen de los rumores. Se trataba de un sabueso que se le había escapado al marqués de las Navas y andaba perdido. El fraile, “asiólo del collar con harto poco miedo, subiólo al claustro grande y colgólo de un antepecho, donde lo vieron a la mañana cuantos entraban a oír misa…” Y allí estuvo hasta que su esqueleto cimbreándose al viento debería convencer a todos de que ningún diablo acechaba. Sin embargo, fue peor, porque a partir de entonces cada vez que se escuchaba un aullido lastimero en la noche todos temblaban, pero ahora por el espectro del can. que según parece persiguió a Felipe II hasta el momento de su muerte, reclamándole para llevarle a aquel infierno que intentó tapar.
Salomón y su magia
Sabemos que se atribuye al hijo del rey David ser uno de los más grandes magos de todos los tiempos. Tanto fue así que la leyenda afirma que cambió su efigie durante un tiempo con el demonio Asmodeo, al que había atrapado con su poder, para poder descender a las cavernas donde estaba la escuela de Hermes, donde adquirió toda su legendaria sabiduría. Mientras tanto, el sustituto fue dirigiendo las obras del primer Templo de Jerusalén. Cuando el rey volvió al mundo, encerró al demonio en una de las columnas del Templo, constituyéndose en su guardián, y por añadidura, en custodio del conocimiento oculto.
Pues bien, en la pintura mencionada que preside la biblioteca, aparecen las únicas palabras del judaismo representadas en el edificio, en una época donde todo lo judío era causa suficiente para ser perseguido por la Inquisición: Omnia in numero pondere et mensura. Se trata de una sentencia del Libro de la Sabiduría (11,20). -Todo lo dispusiste con número, peso y medida-.
Piensa el investigador Andrés Vázquez, que dos errores ortográficos en la grafía hebrea podnan tener la clave de la ubicación de secretos importantes, por ejemplo el lugar donde se ocultaron los libros malditos. Quizá una pequeña “biblioteca infernal” que el rey quiso controlar personalmente. Un tema implícito en el libro Inferno, de la doctora en Historia de la Medicina Mar Rey Bueno.
Hay otras claves que permiten seguir encontrando sorpresas en esta “Boca del Infierno”: las innumerables reliquias que contiene, la afición del rey a la pintura de El Bosco, y la función de la Torre de la Botica y su Casa de las Aguas.
La maldición de la Casa de las Aguas
En la llamada Torre de la Botica, la que mira hacia Poniente, Felipe II mandó instalar la Casa de las Aguas, un espacio destinado a enfermería y laboratorio que sirvió para practicar la alquimia, la espagiria y la destilación.
El primer boticario se llamó Francisco Bonilla, hombre de carácter terriblemente irascible. A Vincenzo Forte se le encargó la construcción de un gran artificio destilador llamado la Torre de Mattiolo. Jean l’Hermite. viajero y cronista, nos da la lista de algunas sustancias empleadas. Algunas nos permiten deducir qué cosas se intentaron obtener: “Azufre, cobre, coral, hierro, oro potable, piedra alumbre, plomo, quintaesencia de vino, tártaro, vitriolo, ajenjos, llantén, láudano, melisa, resina, ruda”
Sabemos que la primera intención real era obtener oro. pero por su mala salud y ante los fracasos, decidió mandar la obtención de las que llamaban quintaesencias, o sea. el principio activo puro de plantas y minerales. Por lo tanto, podemos afirmar que basándose, y en algunos casos dando categoría oficial a viejas prácticas que habían llevado a hechiceros y brujas ante los tribunales de la Inquisición -algunos terminaron en la hoguera-, fueron desarrollando la farmacopea del Siglo de Oro. Ejemplos: el láudano por ejemplo, creado por el alquimista Paracelso. era básicamente opio disuelto en alcohol: la ruda es una planta que había sido utilizada popularmente para realizar prácticas abortivas.
Tales actividades eran muy impopulares, tanto entre los religiosos más ortodoxos, como entre las gentes supersticiosas, que veían en ellas manejos poco piadosos. No había duda, sobre todo porque aquella torre era -y es. por su situación- la más frecuentemente preferida por los rayos, fueran estos voluntad de Dios, que no aprobaba su existencia, o del demonio, que espectacularmente la adornaba como prueba de su influencia en cuanto allí se hacía.
Cuenta además un “rumor popular” que desde entonces, en las noches tormentosas, en el balcón que comunica aquella Torre maldita con la Galería de Convalecientes, puede verse el fantasma de su primer boticario. Hoy día. curiosamente es uno de los espacios de acceso más limitado de todo el Monasterio de El Escorial, por alguna razón que. o no sabe nadie, o nadie quiere contar.
Reliquias contra demonios
Lucifer, el “ángel rebelde”, es un personaje que tenía muy presente el Rey Prudente, pero del que seguramente poseía una idea equivocada a juzgar por su comportamiento supersticioso -en contra de la actitud oficial de la Iglesia, que por otra parte consentía la veneración popular-. Así, acumuló para luchar contra estos primigenios “enemigos de Dios”, casi siete mil reliquias de distintos santos -muchas de autenticidad más que dudosa-.
Tenerlas allí significaba proteger su “puerta del infierno” contra los ataques furibundos de las fuerza del mal, por ejemplo rayos y tormentas, atribuidos en numerosas ocasiones a los manejos de Satanás. Por eso se colocó en la cúpula o cimborrio, una hornacina con supuestos restos de San Pedro, Santa Bárbara y otros santos indeterminados. También lo hizo en otros lugares del edificio.
Hoy, gracias a la libertad que tienen los investigadores de la que carecían en otras épocas, conocemos cosas del mito de los “ángeles caídos” que nos permiten asombrarnos de creencias como esta. Lucifer es “El que lleva la luz -la Aurora-”. Está relacionado simbólicamente con un fenómeno, la presencia en el cielo de la estrella de la mañana o lucero del alba, el planeta Venus, que también puede ser el de la tarde o véspero, cuando es visible al atardecer.
En este sentido lo empleó Isaías (14:12) en un texto traducido por San Jerónimo al latín para la Vulgata en el siglo V: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana!…”. Aunque al parecer el profeta se refería a un rey babilonio, los padres de la Iglesia lo relacionaron con la mítica caída del arcángel, que cometió el pecado de soberbia. Después, el cristianismo le asimilaría a la figura del maligno. Metafóricamente, las “estrellas caídas” pueden ser tanto ángeles como los reyes de Israel, identificados ambos con estos astros.
Los judíos consideraron que Lucifer y Satán eran dos entes distintos. Este último -también llamado Belial- sería el “tentador” a quien Dios encarga probar la virtud de los hombres -los gnósticos consideran que realmente su verdadera función es la de iniciador en los más escondidos secretos al aspirante a la sabiduría-. Una figura procedente del Shatan bíblico, “el oponente y acusador”, delator de los hombres ante el tribunal divino, portante su mayor enemigo. Los luciferinos, por su parte, lo equiparan en poder a su Creador.
Según el Nuevo Testamento, en su condición de ejecutor absoluto del mal, tienta a Jesucristo e incita a los hombres a pecar y portante es el “adversario” de toda bondad, del Bien.
En sentido estricto, no se trata de ninguna de las Bestias del Apocalipsis -mucha gente lo cree así-. Por lo tanto, el famoso número 666 no tendn’a nada que ver con el diablo en ninguna de sus denominaciones, sino con un ente creado por San Juan Evangelista, el Anticristo, cuya llegada anunciará el fin de los tiempos. Para ser más didáctico, empleó un intenso dramatismo: “Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo”. (Ap. 13:1). “Aquí hay sabidun’a. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis”. (Ap. 13:18).
Como vemos, todo lo demoníaco o diabólico pertenece al mundo de lo simbó-lico-espiritual, por lo tanto, los infiernos -tal y como reconoce la moderna teología e hizo Juan Pablo II-, señan más un estado del alma que un lugar donde hay tormentos físicos -fuego, azotes…-.
¿De dónde proceden, pues, las descripciones que llevaron a los artistas a crear una iconografía terronfica con tormentos terribles e infinitos? Pues de varias fuentes, entre las que destacó la iconografía medieval -románica y gótica- y la Divina Comedia de Dante Alighieri, relacionada con la Eneida de Virgilio. Ambas inspiraron a un hombre fundamental para explicar las inquietudes de Felipe II: Hieronimus van Aken, umversalmente conocido como El Bosco, cuyas pinturas buscó con la vehemencia empleada con las reliquias.
Monstruos e infiernos
medievales y renacentistas
Para entender la imagen que más pesó sobre los terrores nocturnos de aquel hombre atormentado por el más allá, hay que conocer bien los que se vivieron durante el final del primer milenio.
Sin duda en aquel ambiente influyó notablemente la aparición entre los siglos X y XI de varios manuscritos acompañados de características ilustraciones ricamente iluminadas, llamados Beatos. Se trata de copias del Apocalipsis de San Juan, acompañadas de los Comentarios, elaborados en el siglo VIII por Beato, abad de Santo Toribio de Liébana (Cantabria), de quien procede su nombre. Uno de ellos es uno de los más importantes libros que se conservan en la Biblioteca de El Escorial.
Las imágenes que contienen recrean los monstruos y señales que habrian de acompañar la aparición del Anticristo, como anuncio del fin de todo. Pero lo que más nos importa es que de ellas procede gran parte de la iconografía medieval, cuyo estilo mezcla corrientes bizantinas y árabes que entraron en Europa a partir del año 711, cuando comienza oficialmente la Reconquista.
El bestiario románico, por ejemplo, concibe terribles monstruos que pueden ser diablos, pero también representaciones grotescas de la fealdad del pecado e incluso supuestos espíritus malignos o protectores de los edificios. La evolución al gótico significa la aparición de la gárgolas y demonios que protegen fundamentalmente las catedrales, a las que también se consideró tapones de los accesos al infierno. En algunos pórticos aparecen estos diablos, unas veces como alimañas, otras como seres antropomorfos de aspecto terronfico, y en otras, seres fabulosos que devoran las almas de los pecadores.
En cuanto a la Eneida, Eneas va a visitar a la sibila de Cumas, a la que dice: “Una sola cosa te pido, pues es fama que aquí está la entrada del infierno, aquí la tenebrosa laguna que forma el desbordado Aqueronte…”. La profetisa le indica que para entrar a buscar a su padre al Averno tiene que conseguir una áurea rama que será la llave del inframundo. James Frazer dice en su célebre ensayo La Rama Dorada que se trata de muérdago, una planta sagrada porque, al no crecer en el suelo, no puede ser utilizada como instrumento por los espíritus malignos. Las descripciones de Eneas de los paisajes recorridos incluyen frases como esta: “Todo el centro del Averno está poblado de selvas que rodea el Cocito con su negra corriente”. Basándose en este poema, Dante recreó cómo sena el infierno y el purgatorio, donde le sirve de guía el espíritu de Virgilio. El infierno es un cono que penetra en las profundidades en nueve círculos. En el último están Lucifer y Judas, que es devorado continuamente por sus fauces.
El purgatorio es simétrico al Infierno, pero esta vez se trata de una meseta con siete escalones donde, por orden de gravedad, se purgan los pecados hasta llegar a conseguir la redención que conducirá las almas al cielo.
Este último es visitado por el poeta, pero esta vez acompañado de Beatriz, la “beatificadora”.También tiene nueve círculos y presenta una estructura semejante al Sistema Solar, con su centro en la Tierra. En el último, por supuesto, está Dios como controlador de cuanto existe a través del amor.
Un poderoso grimorio y un libro maldito
El Enchiridion Leonis Papae, supuestamente oculto en algún lugar relacionado con el Monasterio, sería una colección de oraciones mágicas, creadas por el León III, para ofrecérselas a Carlomagno. Tendrían un inmenso poder para su poseedor, y por eso fue ambicionado por monarcas como Carlos V y Felipe II. El Malleus Maleficarum, el “Martillo de las Brujas”, es obra de dos frailes dominicos alemanes, Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, quienes pretendieron haber sido comisionados por Inocencio VIII en 1484 para compilarlo y escribirlo.
Se trata de un siniestro manual de cómo detectar, perseguir, interrogar y torturar a aquellos a quienes se sospechaba tenían tratos diabólicos, en especial las mujeres,
a las que consideran seres inferiores con mayor susceptibilidad de ser engañadas por Satanás.
Fue influyente en todos los procesos que se incoaron durante el Renacimiento y hasta el siglo XVII. Todo un catálogo de las vejaciones, injusticias y aberraciones a las que las autoridades religiosas sometieron a muchas gentes inocentes.
Prácticas totalmente equiparables a los tormentos que supuestamente se sufren en el infierno.
Los tres reinos del Bosco
Todo lo dicho fue resumido por El Bosco en su obra más famosa y enigmática. Se trata de un tríptico llamado El Jardín de las Delicias que, cerrado, representa el tercer día de la Creación, donde se ve a la Tierra dentro de una esfera transparente. Su parte izquierda representa la Creación de Adán y Eva y el Pecado Original, que significó la desobediencia femenina. Hay elementos simbólicos impactantes, como una alucinante Fuente de la Vida, o el Árbol del Bien y del Mal en el que se enrosca la serpiente -que erróneamente se identifica con el Diablo cristiano, cuando es un símbolo de sabiduría-. El Árbol de la Vida, que es un drago canario, especie que no se sabe cuándo conoció el autor, que jamás estuvo allí. Algunos animales son desconocidos, inspirados en los monstruos medievales. En primer plano existe una entrada a los reinos inferiores por donde asoman algunas criaturas siniestras -otra Puerta del Infierno-.
La tabla central recrea el engañoso mundo como un falso Edén sensual y promiscuo. Arriba, la Fuente de los Cuatro Ríos, quebrada como alegoría de la inconsistencia de la vanidad. En el centro, la Cabalgata de los Deseos, gira alrededor de un lago lleno de mujeres que se bañan desnudas. Debajo, pueden adivinarse practicas heterosexuales, homosexuales, “placeres solitarios”, e incluso sexo con animales. Y a la derecha, las imágenes que turbaban tanto la mente del rey. El infierno es aquí un lugar donde pecados y faltas son castigados de modos delirantes. Destaca un hombre-árbol, un extraño montaje donde aparece un rostro que podria ser tanto el demonio como el propio pintor y el infierno musical, en que diversos instrumentos, como un arpa, torturan a los condenados.
Muchos motivos son de imposible interpretación sin suponer que debió detener conocimientos ocultos, algo que Felipe II intentaba desentrañar continuamente, como una clave para conjurar el mal absoluto. En este sentido se pronunció el retratista Domenicus Lampsonius con este ditirambo: “¿Quién fuiste tú, Jerónimo Bosch, que con mirada atónita, descubres pálidos lémures? Volotean cercanos espectros del Erebo salidos del fondo del Tártaro.¿0 fuiste tú mismo al Averno, para poder así pintarlos con tu diestra?”.
Pues este cuadro, que el Rey Prudente consiguió a cualquier precio, presidió su habitación en el monasterio y su vida, y sus imágenes le persiguieron hasta el momento de su muerte, en la que quiso tenerlo delante.
¿Es este colosal santuario, uno de las más grandes del mundo, una puerta del infierno? Pues en el sentido real no exactamente, puesto que tal antro no está en el mundo físico.
Pero en el simbólico lo es, porque así lo quiso su fundador, un bastión en contra de las potencias del mal y de los enemigos de la fe tal y como la entendía Felipe II, el rey más poderoso de su tiempo, que dotó a este lugar de los instrumentos adecuados a su función. Y como correspondía a un hombre de ideas atormentadas, su obra resulta, incluso hoy, y después de las muchísimas adulteraciones a que ha sido sometido, un lugar un tanto siniestro para muchos…, un lugar de poder, positivo para algunos y negativo para otros, según la sensibilidad de cada uno, un enclave que todavía alberga numerosos misterios que aguardan a ser desentrañados. Quizá, una puerta a ese infierno que todos tememos.
Otras puertas del infierno
Si el monasterio de El Escorial fue erigido para sellar una “puerta” del infierno, no fue el único templo levantado aparentemente con la misma finalidad. En diferentes lugares de laTierra, cuentan las leyendas que se hallan otras entradas al averno. Viajamos a cada uno de esos recónditos lugares y conocemos de mano del autor la visión del ¡nframundo en las diferentes culturas y religiones.
en la biblioteca escurialense
No hay muchos tratados y creo que casi ningún guía oficial, que vaya a explicarnos dónde mirar y cómo. Por eso hay que desvelar aquí, donde no nos los pueden impedir, qué lugares hay que visitar en este laberinto y en qué cosas fijarse para entender sus misterios.
Iremos en primer lugar a la biblioteca, a la que llegaron libros muy especiales, sobre todo los que trataban de brujería, demonología, alquimia, conjuros y otros temas prohibidos -como el enigmático y buscado Enchiridion, de León III, un poderoso tratado de magia-. Todos fueron condenados por la Iglesia y perseguidos por la Inquisición, que intentó quemar los ejemplares. Pero, aunque la mayoría está en paradero desconocido, quedaron los que escondió en secreto -con la complicidad real- su creador y primer custodio, el extremeño Benito Arias Montano, a quien sucedió fray José de Sigüenza. Allí puede encontrarse también el siniestro Malleus maleficarum, un manual eficaz para reprimir todo paganismo a base de torturar con dureza a los sospechosos de tener tratos con seres sobrenaturales.
Este santuario, donde se intentó reunir todo el saber alcanzado hasta entonces, fue decorado por los pintoresTebaldi y Carducci siguiendo instrucciones de Arias Montano, fray José y Juan de Herrera. Con el consentimiento real, incluyeron claves esotéricas sobre la esencia del edificio, destinadas a ser entendidas por unos pocos iniciados.
Empezando por la referencia más antigua, fijémonos en una pintura que nos muestra a Orfeo descendiendo al infra-mundo a rescatar de la muerte a su esposa Eundice. Lleva en la mano una lira con la que adormecerá al terrible can Cerbero, guardián de tres cabezas que custodia la tenebrosa puerta de una sola dirección. Llega hasta donde se halla el espíritu de su amada. Conmovidos, los reyes de los infiernos Hades y Perséfone, permiten que regresen al mundo, pero ella desobedece los mandatos de la sibila Proserpina y vuelve la cabeza para mirar atrás. Por eso es castigada, y devuelta a las profundidades.
Esta referencia al mito clásico nos permite conocer cómo concebían los paisajes infernales, algo distintos a los que fueron adoptados por el cristianismo, basados en antiguos mitos y creencias de los pueblos de Oriente Medio.
Para el mundo clásico, la puerta a la morada de los espíritus estaba en la orilla opuesta a la de la vida de la laguna Estigia. Los hombres sólo podían cruzarla tras morir subiendo a la barca de Caronte -a quien tenían que pagar con un moneda, por eso se les ponía una en la tumba-. Ya sabemos que no regresaba casi nadie. Luego, según los méritos de cada uno, man al cielo olímpico, los Campos Elíseos, lugar de plenitud y felicidad -un tanto orgiástica- junto a los dioses, o al Tártaro, un reino de dolor y desesperación, un pozo boscoso, oscuro y enmarañado, donde sufrirían torturas por las faltas cometidas. En este infierno no hay ninguna referencia específica a un posible fuego eterno.
Esta zona está dedicada a la Música, una de las disciplinas del Quadrivium medieval, porque la lira de Orfeo tiene poder sobre los guardianes del más allá. Cerca, presidiendo el centro de la sala, vemos otro personaje poderoso, el rey Salomón, que propone enigmas numéricos a la reina de Saba.
El acoso del
perro negro
Uno de los momentos más dramáticos que afectaron a la construcción del monasterio fue cuando apareció un enorme y misterioso “perro negro”, que arrastraba cadenas y aullaba de modo que helaba la sangre de los que lo escuchaban, y deambulaba por las obras. Los más intrigantes afirmaban que “era indicio de los motines que en secreto iban urdiéndose contra el rey, que obtenía los fondos para su obra de una abusiva aleábala -impuesto- de diez a uno. que los gemidos del can eran los de los pobres del reino, y el rumor de cadenas, las que imponía a los humildes” No faltó quien considerase que aquel lebrel era el diablo, que quería impedir que se tapase la puerta de su guarida.
Según se cuenta, estaban los monjes en maitines, cuando los lejanos ladridos obligaron a detener los rezos. El espanto era evidente en sus rostros.
Fue en ese momento cuando el jefe de obras, fray Antonio de Villacastín. acompañado de otro fraile, fueron a buscar al origen de los rumores. Se trataba de un sabueso que se le había escapado al marqués de las Navas y andaba perdido. El fraile, “asiólo del collar con harto poco miedo, subiólo al claustro grande y colgólo de un antepecho, donde lo vieron a la mañana cuantos entraban a oír misa…” Y allí estuvo hasta que su esqueleto cimbreándose al viento debería convencer a todos de que ningún diablo acechaba. Sin embargo, fue peor, porque a partir de entonces cada vez que se escuchaba un aullido lastimero en la noche todos temblaban, pero ahora por el espectro del can. que según parece persiguió a Felipe II hasta el momento de su muerte, reclamándole para llevarle a aquel infierno que intentó tapar.
Salomón y su magia
Sabemos que se atribuye al hijo del rey David ser uno de los más grandes magos de todos los tiempos. Tanto fue así que la leyenda afirma que cambió su efigie durante un tiempo con el demonio Asmodeo, al que había atrapado con su poder, para poder descender a las cavernas donde estaba la escuela de Hermes, donde adquirió toda su legendaria sabiduría. Mientras tanto, el sustituto fue dirigiendo las obras del primer Templo de Jerusalén. Cuando el rey volvió al mundo, encerró al demonio en una de las columnas del Templo, constituyéndose en su guardián, y por añadidura, en custodio del conocimiento oculto.
Pues bien, en la pintura mencionada que preside la biblioteca, aparecen las únicas palabras del judaismo representadas en el edificio, en una época donde todo lo judío era causa suficiente para ser perseguido por la Inquisición: Omnia in numero pondere et mensura. Se trata de una sentencia del Libro de la Sabiduría (11,20). -Todo lo dispusiste con número, peso y medida-.
Piensa el investigador Andrés Vázquez, que dos errores ortográficos en la grafía hebrea podnan tener la clave de la ubicación de secretos importantes, por ejemplo el lugar donde se ocultaron los libros malditos. Quizá una pequeña “biblioteca infernal” que el rey quiso controlar personalmente. Un tema implícito en el libro Inferno, de la doctora en Historia de la Medicina Mar Rey Bueno.
Hay otras claves que permiten seguir encontrando sorpresas en esta “Boca del Infierno”: las innumerables reliquias que contiene, la afición del rey a la pintura de El Bosco, y la función de la Torre de la Botica y su Casa de las Aguas.
La maldición de la Casa de las Aguas
En la llamada Torre de la Botica, la que mira hacia Poniente, Felipe II mandó instalar la Casa de las Aguas, un espacio destinado a enfermería y laboratorio que sirvió para practicar la alquimia, la espagiria y la destilación.
El primer boticario se llamó Francisco Bonilla, hombre de carácter terriblemente irascible. A Vincenzo Forte se le encargó la construcción de un gran artificio destilador llamado la Torre de Mattiolo. Jean l’Hermite. viajero y cronista, nos da la lista de algunas sustancias empleadas. Algunas nos permiten deducir qué cosas se intentaron obtener: “Azufre, cobre, coral, hierro, oro potable, piedra alumbre, plomo, quintaesencia de vino, tártaro, vitriolo, ajenjos, llantén, láudano, melisa, resina, ruda”
Sabemos que la primera intención real era obtener oro. pero por su mala salud y ante los fracasos, decidió mandar la obtención de las que llamaban quintaesencias, o sea. el principio activo puro de plantas y minerales. Por lo tanto, podemos afirmar que basándose, y en algunos casos dando categoría oficial a viejas prácticas que habían llevado a hechiceros y brujas ante los tribunales de la Inquisición -algunos terminaron en la hoguera-, fueron desarrollando la farmacopea del Siglo de Oro. Ejemplos: el láudano por ejemplo, creado por el alquimista Paracelso. era básicamente opio disuelto en alcohol: la ruda es una planta que había sido utilizada popularmente para realizar prácticas abortivas.
Tales actividades eran muy impopulares, tanto entre los religiosos más ortodoxos, como entre las gentes supersticiosas, que veían en ellas manejos poco piadosos. No había duda, sobre todo porque aquella torre era -y es. por su situación- la más frecuentemente preferida por los rayos, fueran estos voluntad de Dios, que no aprobaba su existencia, o del demonio, que espectacularmente la adornaba como prueba de su influencia en cuanto allí se hacía.
Cuenta además un “rumor popular” que desde entonces, en las noches tormentosas, en el balcón que comunica aquella Torre maldita con la Galería de Convalecientes, puede verse el fantasma de su primer boticario. Hoy día. curiosamente es uno de los espacios de acceso más limitado de todo el Monasterio de El Escorial, por alguna razón que. o no sabe nadie, o nadie quiere contar.
Lucifer, el “ángel rebelde”, es un personaje que tenía muy presente el Rey Prudente, pero del que seguramente poseía una idea equivocada a juzgar por su comportamiento supersticioso -en contra de la actitud oficial de la Iglesia, que por otra parte consentía la veneración popular-. Así, acumuló para luchar contra estos primigenios “enemigos de Dios”, casi siete mil reliquias de distintos santos -muchas de autenticidad más que dudosa-.
Tenerlas allí significaba proteger su “puerta del infierno” contra los ataques furibundos de las fuerza del mal, por ejemplo rayos y tormentas, atribuidos en numerosas ocasiones a los manejos de Satanás. Por eso se colocó en la cúpula o cimborrio, una hornacina con supuestos restos de San Pedro, Santa Bárbara y otros santos indeterminados. También lo hizo en otros lugares del edificio.
Hoy, gracias a la libertad que tienen los investigadores de la que carecían en otras épocas, conocemos cosas del mito de los “ángeles caídos” que nos permiten asombrarnos de creencias como esta. Lucifer es “El que lleva la luz -la Aurora-”. Está relacionado simbólicamente con un fenómeno, la presencia en el cielo de la estrella de la mañana o lucero del alba, el planeta Venus, que también puede ser el de la tarde o véspero, cuando es visible al atardecer.
En este sentido lo empleó Isaías (14:12) en un texto traducido por San Jerónimo al latín para la Vulgata en el siglo V: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana!…”. Aunque al parecer el profeta se refería a un rey babilonio, los padres de la Iglesia lo relacionaron con la mítica caída del arcángel, que cometió el pecado de soberbia. Después, el cristianismo le asimilaría a la figura del maligno. Metafóricamente, las “estrellas caídas” pueden ser tanto ángeles como los reyes de Israel, identificados ambos con estos astros.
Los judíos consideraron que Lucifer y Satán eran dos entes distintos. Este último -también llamado Belial- sería el “tentador” a quien Dios encarga probar la virtud de los hombres -los gnósticos consideran que realmente su verdadera función es la de iniciador en los más escondidos secretos al aspirante a la sabiduría-. Una figura procedente del Shatan bíblico, “el oponente y acusador”, delator de los hombres ante el tribunal divino, portante su mayor enemigo. Los luciferinos, por su parte, lo equiparan en poder a su Creador.
Según el Nuevo Testamento, en su condición de ejecutor absoluto del mal, tienta a Jesucristo e incita a los hombres a pecar y portante es el “adversario” de toda bondad, del Bien.
En sentido estricto, no se trata de ninguna de las Bestias del Apocalipsis -mucha gente lo cree así-. Por lo tanto, el famoso número 666 no tendn’a nada que ver con el diablo en ninguna de sus denominaciones, sino con un ente creado por San Juan Evangelista, el Anticristo, cuya llegada anunciará el fin de los tiempos. Para ser más didáctico, empleó un intenso dramatismo: “Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo”. (Ap. 13:1). “Aquí hay sabidun’a. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis”. (Ap. 13:18).
Como vemos, todo lo demoníaco o diabólico pertenece al mundo de lo simbó-lico-espiritual, por lo tanto, los infiernos -tal y como reconoce la moderna teología e hizo Juan Pablo II-, señan más un estado del alma que un lugar donde hay tormentos físicos -fuego, azotes…-.
¿De dónde proceden, pues, las descripciones que llevaron a los artistas a crear una iconografía terronfica con tormentos terribles e infinitos? Pues de varias fuentes, entre las que destacó la iconografía medieval -románica y gótica- y la Divina Comedia de Dante Alighieri, relacionada con la Eneida de Virgilio. Ambas inspiraron a un hombre fundamental para explicar las inquietudes de Felipe II: Hieronimus van Aken, umversalmente conocido como El Bosco, cuyas pinturas buscó con la vehemencia empleada con las reliquias.
Monstruos e infiernos
medievales y renacentistas
Para entender la imagen que más pesó sobre los terrores nocturnos de aquel hombre atormentado por el más allá, hay que conocer bien los que se vivieron durante el final del primer milenio.
Sin duda en aquel ambiente influyó notablemente la aparición entre los siglos X y XI de varios manuscritos acompañados de características ilustraciones ricamente iluminadas, llamados Beatos. Se trata de copias del Apocalipsis de San Juan, acompañadas de los Comentarios, elaborados en el siglo VIII por Beato, abad de Santo Toribio de Liébana (Cantabria), de quien procede su nombre. Uno de ellos es uno de los más importantes libros que se conservan en la Biblioteca de El Escorial.
Las imágenes que contienen recrean los monstruos y señales que habrian de acompañar la aparición del Anticristo, como anuncio del fin de todo. Pero lo que más nos importa es que de ellas procede gran parte de la iconografía medieval, cuyo estilo mezcla corrientes bizantinas y árabes que entraron en Europa a partir del año 711, cuando comienza oficialmente la Reconquista.
El bestiario románico, por ejemplo, concibe terribles monstruos que pueden ser diablos, pero también representaciones grotescas de la fealdad del pecado e incluso supuestos espíritus malignos o protectores de los edificios. La evolución al gótico significa la aparición de la gárgolas y demonios que protegen fundamentalmente las catedrales, a las que también se consideró tapones de los accesos al infierno. En algunos pórticos aparecen estos diablos, unas veces como alimañas, otras como seres antropomorfos de aspecto terronfico, y en otras, seres fabulosos que devoran las almas de los pecadores.
En cuanto a la Eneida, Eneas va a visitar a la sibila de Cumas, a la que dice: “Una sola cosa te pido, pues es fama que aquí está la entrada del infierno, aquí la tenebrosa laguna que forma el desbordado Aqueronte…”. La profetisa le indica que para entrar a buscar a su padre al Averno tiene que conseguir una áurea rama que será la llave del inframundo. James Frazer dice en su célebre ensayo La Rama Dorada que se trata de muérdago, una planta sagrada porque, al no crecer en el suelo, no puede ser utilizada como instrumento por los espíritus malignos. Las descripciones de Eneas de los paisajes recorridos incluyen frases como esta: “Todo el centro del Averno está poblado de selvas que rodea el Cocito con su negra corriente”. Basándose en este poema, Dante recreó cómo sena el infierno y el purgatorio, donde le sirve de guía el espíritu de Virgilio. El infierno es un cono que penetra en las profundidades en nueve círculos. En el último están Lucifer y Judas, que es devorado continuamente por sus fauces.
El purgatorio es simétrico al Infierno, pero esta vez se trata de una meseta con siete escalones donde, por orden de gravedad, se purgan los pecados hasta llegar a conseguir la redención que conducirá las almas al cielo.
Este último es visitado por el poeta, pero esta vez acompañado de Beatriz, la “beatificadora”.También tiene nueve círculos y presenta una estructura semejante al Sistema Solar, con su centro en la Tierra. En el último, por supuesto, está Dios como controlador de cuanto existe a través del amor.
Un poderoso grimorio y un libro maldito
El Enchiridion Leonis Papae, supuestamente oculto en algún lugar relacionado con el Monasterio, sería una colección de oraciones mágicas, creadas por el León III, para ofrecérselas a Carlomagno. Tendrían un inmenso poder para su poseedor, y por eso fue ambicionado por monarcas como Carlos V y Felipe II. El Malleus Maleficarum, el “Martillo de las Brujas”, es obra de dos frailes dominicos alemanes, Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, quienes pretendieron haber sido comisionados por Inocencio VIII en 1484 para compilarlo y escribirlo.
Se trata de un siniestro manual de cómo detectar, perseguir, interrogar y torturar a aquellos a quienes se sospechaba tenían tratos diabólicos, en especial las mujeres,
a las que consideran seres inferiores con mayor susceptibilidad de ser engañadas por Satanás.
Fue influyente en todos los procesos que se incoaron durante el Renacimiento y hasta el siglo XVII. Todo un catálogo de las vejaciones, injusticias y aberraciones a las que las autoridades religiosas sometieron a muchas gentes inocentes.
Prácticas totalmente equiparables a los tormentos que supuestamente se sufren en el infierno.
Todo lo dicho fue resumido por El Bosco en su obra más famosa y enigmática. Se trata de un tríptico llamado El Jardín de las Delicias que, cerrado, representa el tercer día de la Creación, donde se ve a la Tierra dentro de una esfera transparente. Su parte izquierda representa la Creación de Adán y Eva y el Pecado Original, que significó la desobediencia femenina. Hay elementos simbólicos impactantes, como una alucinante Fuente de la Vida, o el Árbol del Bien y del Mal en el que se enrosca la serpiente -que erróneamente se identifica con el Diablo cristiano, cuando es un símbolo de sabiduría-. El Árbol de la Vida, que es un drago canario, especie que no se sabe cuándo conoció el autor, que jamás estuvo allí. Algunos animales son desconocidos, inspirados en los monstruos medievales. En primer plano existe una entrada a los reinos inferiores por donde asoman algunas criaturas siniestras -otra Puerta del Infierno-.
La tabla central recrea el engañoso mundo como un falso Edén sensual y promiscuo. Arriba, la Fuente de los Cuatro Ríos, quebrada como alegoría de la inconsistencia de la vanidad. En el centro, la Cabalgata de los Deseos, gira alrededor de un lago lleno de mujeres que se bañan desnudas. Debajo, pueden adivinarse practicas heterosexuales, homosexuales, “placeres solitarios”, e incluso sexo con animales. Y a la derecha, las imágenes que turbaban tanto la mente del rey. El infierno es aquí un lugar donde pecados y faltas son castigados de modos delirantes. Destaca un hombre-árbol, un extraño montaje donde aparece un rostro que podria ser tanto el demonio como el propio pintor y el infierno musical, en que diversos instrumentos, como un arpa, torturan a los condenados.
Muchos motivos son de imposible interpretación sin suponer que debió detener conocimientos ocultos, algo que Felipe II intentaba desentrañar continuamente, como una clave para conjurar el mal absoluto. En este sentido se pronunció el retratista Domenicus Lampsonius con este ditirambo: “¿Quién fuiste tú, Jerónimo Bosch, que con mirada atónita, descubres pálidos lémures? Volotean cercanos espectros del Erebo salidos del fondo del Tártaro.¿0 fuiste tú mismo al Averno, para poder así pintarlos con tu diestra?”.
Pues este cuadro, que el Rey Prudente consiguió a cualquier precio, presidió su habitación en el monasterio y su vida, y sus imágenes le persiguieron hasta el momento de su muerte, en la que quiso tenerlo delante.
¿Es este colosal santuario, uno de las más grandes del mundo, una puerta del infierno? Pues en el sentido real no exactamente, puesto que tal antro no está en el mundo físico.
Pero en el simbólico lo es, porque así lo quiso su fundador, un bastión en contra de las potencias del mal y de los enemigos de la fe tal y como la entendía Felipe II, el rey más poderoso de su tiempo, que dotó a este lugar de los instrumentos adecuados a su función. Y como correspondía a un hombre de ideas atormentadas, su obra resulta, incluso hoy, y después de las muchísimas adulteraciones a que ha sido sometido, un lugar un tanto siniestro para muchos…, un lugar de poder, positivo para algunos y negativo para otros, según la sensibilidad de cada uno, un enclave que todavía alberga numerosos misterios que aguardan a ser desentrañados. Quizá, una puerta a ese infierno que todos tememos.
Otras puertas del infierno
Si el monasterio de El Escorial fue erigido para sellar una “puerta” del infierno, no fue el único templo levantado aparentemente con la misma finalidad. En diferentes lugares de laTierra, cuentan las leyendas que se hallan otras entradas al averno. Viajamos a cada uno de esos recónditos lugares y conocemos de mano del autor la visión del ¡nframundo en las diferentes culturas y religiones.
por Juan Ignacio Cuesta.
Revista española ENIGMAS Nº 178.
El Hades
En la mitología griega, Hades, el invisible, es el dios de los muertos, asimilado a Plutón, el rico -dueño de los tesoros del interior de laTierra-, que pasaría al mundo romano como Orcus o Dis Pater, incorporando al equivalente etrusco, Aita. Por extensión también se llamaba así al reino de los muertos. El término pasó al mundo cristiano y es citado en diversos lugares del Nuevo Testamento (Mateo 11:23, 16:18; Lucas 10:15, 16:23; Hechos de los Apóstoles 2:27-31 y Apocalipsis 1:18, 6:8, 20:13-14). Exceptuado el último, no queda claro si el término se refiere al infierno o simplemente a la muerte, de la que Lázaro es rescatado. Según La Eneida, el extenso poema de Virgilio, la entrada se encuentra cerca del antro donde la Sibila de Cumas adivina el futuro: “Descendiente de la sangre de los dioses, troyano, hijo de Anquises, fácil es la bajada al Averno; día y noche está abierta la puerta del negro Dite; pero retroceder y restituirse a las auras de la tierra, esto es arduo o difícil…”.
Como vemos, la puerta es un cráter apagado que está entre Miseno y Dicearquia cercano a Cumas, en Campania, llamado Averno. El griego Diodoro Sículo, dice que allí hay un lago llamado también Aornos -sin pájaros-. En el año 37 a.C. Agripa abrió una conexión entre él y otro lago, el Lucrino, y excavó un túnel hasta la cueva de la Sibila. Este reino de los muertos se divide en un lugar equivalente al Cielo cristiano llamado los Campos Elíseos, y otro al infierno, el Tártaro. Las almas de los muertos debían ¡r allí navegando por el río Aqueronte -en la barca de Caronte- para ser previamente juzgadas.
Además de este río de la pena, había en el Hades o Erebo otros cuatro. Cocito, el de los lamentos; Lete, el del olvido, donde las almas borraban sus recuerdos; Flegetonte, el del fuego; y el Estigia, del odio, frontera entre la vida y el ¡nframundo, presidido éste por Hades y su esposa Perséfone.
La terna de jueces de las almas estaba formada por Minos, que juzgaba a los griegos, Éaco a los europeos, y Radamantis a los asiáticos, consagrados los tres a la diosa Hécate. La virtud, la bondad y el heroísmo eran premiados y la maldad y la impiedad conducían al Tártaro. Una serie de daimones -demonios-, ayudaban en estas tareas.
Al igual que Hades,Tártaro es una deidad, y para algunos “algo” infinito del que proceden la Luz y el Cosmos. En la Ilíada, Zeus le sitúa “tan abajo del Hades como el cielo está de alto sobre la tierra”. Un lugar oscuro rodeado de tres capas nocturnas que rodean una cárcel con muros de bronce…, un pozo frío y húmedo en las tinieblas. Junto al Caos, Gea -la Tierra- y Eras, surgen para conformar el Universo.
Según la mitología, varios vivos se aventuraron allí y volvieron, Odiseo, Eneas, guiado por la terrible Sibila, Orfeo, Psique y Teseo.
Los castigos que se sufren en este lugar son enormemente gráficos. Sísifo, asesino y ladrón, tenía que subir eternamente una roca que luego caía. Ixión, que asesinó a su suegro con llamas, fue condenado a girar en una rueda ardiente. Tántalo, que traicionó a los dioses revelando sus secretos, fue introducido en un recipiente de agua fría que desaparecía cada vez que intentaba beber.
El infierno islámico
Son siete los nombres de las puertas al infierno musulmán, relacionadas con formas de pecar: An-nar -fuego-, Jahannam -infierno-, ASjatiim -fuego abrasador-, Sai’ir -llama abrasadora-, Saqar -fuego del infierno-, Lasa -fuego crepitante- y Hutama -tormento demoledor-.
Como vemos el lugar en sí mismo sería el Jahannam, sobre el que existen dos opiniones. Para los mu’tazilites, quien muere sin arrepentirse, aunque no sea infiel, sufrirá como aquellos, sin posibilidad de redención. Pero para los ash’arites, la forma de salvación es la fe del corazón. En esas condiciones la misericordia divina aceptará que Mahoma interceda por ellos, no siendo castigados.
Según la moral del Islam, el arrepentimiento ha de ser universal y repetirse para cada falta, no por miedo, sino por la “ofensa a Dios”, y debe suponerla firme intención de no volver a hacerlo, reparar los daños causados y peregrinar a la Meca, viaje que borrará los pecados.
El Corán afirma que fuera de su fe no hay salvación, ni siquiera con las buenas obras. “Son ellos los que no creen en los signos de su Señor, ni en que le encontrarán. Vanas habrán sido sus obras y el día de la resurrección no les reconoceremos peso. Su retribución será la gehena por no haber creído y por haber tomado a burla Mis signos y a Mis enviados” -Sura 18.105-106-. O sea, no hay salvación para los no musulmanes.
En cuanto a dónde se encuentra, hay distintas escuelas. Unos lo sitúan en el interior de la Tierra, otros en un lugar del Cielo y otros prefieren no opinar puesto que sólo Dios lo conoce. Pero concuerdan cuando afirman que es enorme e inmensamente profundo. Una piedra tarda años en llegar hasta el fondo.
En general, los tormentos que allí se infringen a los distintos pecadores son de intensidad progresiva de acuerdo con la magnitud de la falta y casi todos relacionados con el fuego o con la ingesta de alimentos insoportablemente amargos, o beber líquidos hediondos a base de sangre y pus. Evidentemente se trata de metáforas para hacer más gráfico un estado de sufrimiento espiritual, puesto que lo descarnado no puede alimentarse físicamente, ni arder. En este sentido hay pocas referencias a lo que los católicos definen como “pena de sentido”, o sea, no poder contemplar a Dios, máxima aspiración del alma.
Los sufíes, místicos musulmanes, sí lo hacen cuando afirman que la más grande tortura, incluso en vida, es simplemente no aceptar a Dios íntimamente y abandonarse en él. Así, “La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y aspira”.
El Etna y el Stromboli
Algunos volcanes han sido considerados puertas a diversos infiernos por razones obvias. Así le pareció, por ejemplo, al madrileño Ruy González de Clavijo tras el viaje que hizo, comisionado por Enrique el Doliente, ante el gran Tamerlán entre los años 1403 y 1406 y que reflejó en su libro Vida y hazañas del gran Tamorlan con la descripción de las tierras de su imperio y señorío. Entre sus descripciones hay algunas realmente curiosas, como esta: “… luego un poco adelante a la mano izquierda apareció otra isla de una sierra alta que es llamada Strangol, y tiene una boca por do salía el humo y fuego, y en la noche salió grandes llamas de fuego por la dicha boca con grandísimo ruido…”.
Años después, el cordobés Pedro Tafur, en tiempos de Juan II de Castilla, se lanzó a ver mundo, lo que le llevó a visitar tres continentes entre 1436 y 1439. En su libro Andanzas e viajes de Pero Tafur por diversas partes del mundo ávidos, que se publicó por primera vez en 1874, figuran frases como esta: “e allí enfrente está la isla del Volcán, que dizen que es una de tres bocas del infierno, porque continuadamente langa fumo e tronidos e salen grandes escorias por la boca, que corren fasta el agua, e tan livianas son que andan encima del agua. E luego cerca está otra boca, que llaman Estrangulo, que asi mismo faze aquel ruido que lo otro… e de allí fuemos a la cibdad de Catanea, que es en la falda de Mongibel, la tercera boca del infierno”. Al parecer.se refiere al Etna y al Stromboli. La ciudad, por supuesto es Catania, en Sicilia, a los pies del volcán, lugar que ha sufrido erupciones y terremotos en varias ocasiones -4 de febrero de 1169 y 1693-, que la han destruido. La lava llegó hasta sus alrededores y luego hasta el mar.
En cuanto a Stromboli, en la isla del mismo nombre en el mar Tirreno, al norte de Sicilia, la última erupción fue en 1930, aunque empezó otra en 2007 Lo más característico del lugar es la Sciara de Fuoco, un “río de fuego” que se aprecia en la noche desde el mar.
Otra ciudad italiana que alberga una puerta del infierno esTurín, donde dicen que está en el interior de una alcantarilla, cerca de Via Cibrario.
El Cementerio del pueblo de Stull
Esta pequeña villa estadounidense, de unos veinte habitantes, difícil de localizar en guías de carretera, está en Kansas, cerca de Lawrence, y su fama no le viene por ninguna hazaña realizada por sus habitantes vivos, sino por los fenómenos sobrenaturales que se dice suceden allí y por quienes ya parecen descansaren el cementerio que corona la colina. De él cuenta que es una de las siete entradas del infierno. Veamos porqué…
Son muchas las leyendas que tienen como protagonistas a su iglesia y al mencionado camposanto, donde hay quienes ven fantasmas e incluso al diablo en persona dos veces al año.
Por eso se reúnen allí satánicos y wic-canos para realizar sus rituales en los equinoccios, afirmando cosas como que allí hay enterrado un muchacho que pensaba que se convertía en un licán-tropo. Su madre sería una bruja del pueblo y el padre el mismísimo Satanás.
Las leyendas son ya centenarias, y se recordaron cuando en el año 1974, un periódico universitario de Kansas publicó una crónica en la que se relataban los numerosos hechos extraños que allí se daban, como la afirmación de un estudiante cuyo “brazo había sido cogido por algo invisible”. Otro fenómeno era que al parecer algunos perdían la memoria tras pasar por allí.
Sus habitantes están convencidos de ello, encabezados por el párroco que afirmaba que no eran meras supersticiones de gentes crédulas. El día 20 de marzo del año 1978, se reunieron allí unas ciento cincuenta personas que esperaban ver al diablo, acompañado de los espíritus atormentados del cementerio. Por supuesto no pasó nada.
Esto atrajo a diferentes investigadores ansiosos por registrar algún fenómeno inexplicable. Uno de ellos fue el relatado por dos visitantes que fueron de repente zarandeados por un viento inesperado. Al volver al su automóvil, éste había andado solo hasta el lado contrario de la carretera. Otro también fue arrojado al suelo de la iglesia por un remolino sin que pudiera moverse. Por cierto en su interior llovía en ocasiones en día seco.
Según parece, en 1850, el nombre del pueblo era Skull -calavera-, al que se le cambió una letra para no ser relacionado con las prácticas de nigromancia de sus primeros colonos.
En 1980 el Kansas City Times, publicó más rumores sobre este lugar y su iglesia, que para entonces estaba abandonada, recordando la historia de aquel alcalde que apareció apuñalado en un granero de piedra sobre el que luego se edificó la parroquia, hoy desmantelada.
Por último, algo que parece una leyenda urbana. En uno de sus viajes, Juan Pablo II, pidió que su avión no pasara por encima de aquel lugar maldito, cuyo cementerio está hoy protegido por una enorme tapia para que nadie penetre en su interior. Aunque parece que sí existen gentes empeñadas en hacerlo.
Los infiernos
de Extremo Oriente
Para los hinduistas existen veintiún infiernos en los que se reencarnan quienes han caído abundantemente en pecados como lujuria, cólera o avaricia. En el Bhagavad Guita se establece que los hombres de naturaleza demoníaca serán aniquilados allí. Este tipo de creencias pasaron directamente al budismo, donde fueron reelaborados.
En el budismo el equivalente al infierno occidental, con diferencias, es el reino de los Narakas, relacionado con el Di Yu de los chinos.
La principal distinción está en que no existe un juicio y un castigo. Tampoco la estancia es eterna, aunque puede prolongarse mucho tiempo.
Renacer en un Naraka depende del karma y de su estado evolutivo. Los aspectos negativos tienen que ser purificados en el mundo superior mediante distintas reencarnaciones. En estados concretos puede sentirse gran angustia, soledad y terror.
El reino estaría situado en una compleja red de cavernas subterráneas. Existen ocho Narakas helados y otros tantos ardientes. Están asociados a distintos símbolos que significarían autocastigos duros, pero necesarios para poder avanzar en la vía evolutiva.
El Di Yu chino deriva de esta concepción, añadiendo ciertas creencias y leyendas populares. El rey de este infierno es Yama, y se trata de una inmensa maraña de mazmorras donde las almas purgan sus culpas terrenales. Pero no sólo es un lugar de castigo, sino también de renovación para poder avanzar y pasar a la siguiente reencarnación. Sería más parecido al concepto de purgatorio cristiano que al clásico que contempla lo infernal como eterno e inexorable.
Según partamos del budismo o del taoísmo, tiene distintos niveles, regidos por los llamados Reyes de Yama, cada uno de los cuales se ocupa de temas concretos, como el asesinato, el adulterio o la avaricia.
En general se considera que una vez expiada la culpa y purificada el alma mediante el arrepentimiento, Meng Poi, la “Señora del Olvido” de la mitología china, proporciona la llamada “Bebida del Olvido” y se produce una nueva reencarnación en el mundo con el nuevo espíritu dispuesto a enfrentarse a su karma.
El Rub al’Khali
Este es uno de los lugares más inhóspitos del mundo, su nombre significa el “lugar vacío”. Un desierto de arena inmenso que separa Arabia Saudita de los Emiratos Árabes Unidos, por el Este; de Omán, al Sudeste; y de Yemen, al Sur.Tiene unos 650.00 kilómetros cuadrados, y está totalmente deshabitado.
Hoy sabemos que en su seno guarda inmensas bolsas de petróleo, portante actualmente es un lugar muy rico.Tanto como temido, fue en el pasado cuando ni los beduinos querían pasar por él. Sólo le cruzaban por los bordes las caravanas que llevaban olíbano -francoin-cienso-, descansando en una ciudad hoy perdida llamada Ubar. Las poblaciones más cercanas están en la región de Najran, y se dedican a atender las explotaciones petrolíferas.
Un lugar donde la temperatura diurna pasa de los 55 grados, con dunas de más de 300 metros, tenía difícil exploración. Empezó a ser visitado por occidentales en 1931, cuando llegó
Bertram Thomas, seguido el año siguiente por John Philby.WilfredThesiger lo cruzó y topografió en parte hacia 1950.
Sus habitantes no humanos son ciertas plantas resistentes en condiciones extremas, ratones, insectos y arañas, pero también algunos otros que forman parte de un mundo legendario.
Y es que este lugar inspiró al escritor fantástico Howard Phillips Lovecraft para crear la biografía ficticia de un árabe loco, AbdulAlhazred, supuesto autor del Necronomicón, un libro maldito lleno de conjuros capaces de despertar y volver al mundo a las fuerzas del mal que llamó Primitivos. Según su particular mitología éstos acechan desde una zona adimensional del tiempo, amenazando siempre con volver cuando alguien que conozca su secreto realice las invocaciones que contiene.
Alhazred habría escrito el libro tras vivir en solitario durante diez años en este lugar, rodeado de temibles monstruos que le habrían atormentado hasta volverle completamente loco. Por eso a su vuelta afirmaba que allí se encontraban confinados por Dios todos los diablos, conocidos en la cultura árabe como djins -genios- o efrits -tal y como se les denomina en Las Mil y Una Noches-.
El terrible final que le da Lovecraft, es el de ser devorado por un monstruo invisible que le arrebató en pleno día en las calles de Damasco ante las mirada atónita de cuantos estaban presentes. Desde luego, un lugar como éste puede inspirar una cosa así, puesto que de todos los sitios terroríficos del mundo, ocupa por derecho propio la cabeza del palmares de las bocas por las que se “accede” al infierno.
Topónimos referidos al infierno
Es frecuente encontrarse con denominaciones que hablan de “bocas” o “puertas de los infiernos”, ya sea por su especta-cularidad o por alguna leyenda que pretende explicar su particular geología.
Por ejemplo, cerca de Benidorm, en la costa alicantina, hay una “Patada del Diablo”, en el Puig Campana, una impresionante montaña con un corte perfecto, que parece hecho adrede.
Pero también los hay formados por el agua -señalemos que el lugar más terrorífico señalado en La Divina Comedia, es un lago de hielo-. En la sierra madrileña, en la carretera que va de Navacerrada a Segovia, por ejemplo, hay uno, formado por una serie de peñas por las que salta violentamente el agua del riachuelo que baja hacia Segovia. Otro, por ejemplo está en Portugal, junto al mar, en la carretera Cascais-Malveira.
Lugares siniestros, que aunque no sean puertas, sí parecen conducir al maligno son todos aquellos “puentes del diablo”, que están distribuidos por la geografía del mundo. Uno por ejemplo en Jaraba, Zaragoza, aunque nadie sabe bien por qué se le llama así.
También a muchos volcanes centroamericanos se les considera puertas a los mundos inferiores, quizá donde moran dioses siniestros de los que ni sabemos el nombre.
La puerta del infierno del Darvaza
Son muchísimas, pero una realmente espectacular está en Darvaza, en el desierto de Karakum en Turkmenistán. Se trata de un pozo de 60 metros de diámetros y más de 20 de profundidad, fruto de un sondeo geológico que se topó con una caverna llena de gases tóxicos e inflamables.
Fue un accidente que ocurrió en 1971. De repente, se rompió el techo de la cueva y la tierra se tragó las máquinas, los técnicos no se atrevieron a recuperarlas, pero creyendo que no había mucho gas procedieron a intentar quemarlo, no se sabe bien con qué fin.
Aquello empezó a arder y aún sigue haciéndolo. Desde luego le viene perfecto el apelativo de puerta del infierno… Ésta, abierta por el hombre, hasta no se sabe cuándo, porque nadie sabe cuánto gas hay ni cuándo se apagará. De momento, con su terrible y fascinante espectáculo, se ha convertido en el principal lugar turístico de la zona, y desde luego es toda una metáfora de que los infiernos, los auténticos, siempre los crea el hombre.
En la mitología griega, Hades, el invisible, es el dios de los muertos, asimilado a Plutón, el rico -dueño de los tesoros del interior de laTierra-, que pasaría al mundo romano como Orcus o Dis Pater, incorporando al equivalente etrusco, Aita. Por extensión también se llamaba así al reino de los muertos. El término pasó al mundo cristiano y es citado en diversos lugares del Nuevo Testamento (Mateo 11:23, 16:18; Lucas 10:15, 16:23; Hechos de los Apóstoles 2:27-31 y Apocalipsis 1:18, 6:8, 20:13-14). Exceptuado el último, no queda claro si el término se refiere al infierno o simplemente a la muerte, de la que Lázaro es rescatado. Según La Eneida, el extenso poema de Virgilio, la entrada se encuentra cerca del antro donde la Sibila de Cumas adivina el futuro: “Descendiente de la sangre de los dioses, troyano, hijo de Anquises, fácil es la bajada al Averno; día y noche está abierta la puerta del negro Dite; pero retroceder y restituirse a las auras de la tierra, esto es arduo o difícil…”.
Como vemos, la puerta es un cráter apagado que está entre Miseno y Dicearquia cercano a Cumas, en Campania, llamado Averno. El griego Diodoro Sículo, dice que allí hay un lago llamado también Aornos -sin pájaros-. En el año 37 a.C. Agripa abrió una conexión entre él y otro lago, el Lucrino, y excavó un túnel hasta la cueva de la Sibila. Este reino de los muertos se divide en un lugar equivalente al Cielo cristiano llamado los Campos Elíseos, y otro al infierno, el Tártaro. Las almas de los muertos debían ¡r allí navegando por el río Aqueronte -en la barca de Caronte- para ser previamente juzgadas.
Además de este río de la pena, había en el Hades o Erebo otros cuatro. Cocito, el de los lamentos; Lete, el del olvido, donde las almas borraban sus recuerdos; Flegetonte, el del fuego; y el Estigia, del odio, frontera entre la vida y el ¡nframundo, presidido éste por Hades y su esposa Perséfone.
La terna de jueces de las almas estaba formada por Minos, que juzgaba a los griegos, Éaco a los europeos, y Radamantis a los asiáticos, consagrados los tres a la diosa Hécate. La virtud, la bondad y el heroísmo eran premiados y la maldad y la impiedad conducían al Tártaro. Una serie de daimones -demonios-, ayudaban en estas tareas.
Al igual que Hades,Tártaro es una deidad, y para algunos “algo” infinito del que proceden la Luz y el Cosmos. En la Ilíada, Zeus le sitúa “tan abajo del Hades como el cielo está de alto sobre la tierra”. Un lugar oscuro rodeado de tres capas nocturnas que rodean una cárcel con muros de bronce…, un pozo frío y húmedo en las tinieblas. Junto al Caos, Gea -la Tierra- y Eras, surgen para conformar el Universo.
Según la mitología, varios vivos se aventuraron allí y volvieron, Odiseo, Eneas, guiado por la terrible Sibila, Orfeo, Psique y Teseo.
Los castigos que se sufren en este lugar son enormemente gráficos. Sísifo, asesino y ladrón, tenía que subir eternamente una roca que luego caía. Ixión, que asesinó a su suegro con llamas, fue condenado a girar en una rueda ardiente. Tántalo, que traicionó a los dioses revelando sus secretos, fue introducido en un recipiente de agua fría que desaparecía cada vez que intentaba beber.
El infierno islámico
Son siete los nombres de las puertas al infierno musulmán, relacionadas con formas de pecar: An-nar -fuego-, Jahannam -infierno-, ASjatiim -fuego abrasador-, Sai’ir -llama abrasadora-, Saqar -fuego del infierno-, Lasa -fuego crepitante- y Hutama -tormento demoledor-.
Como vemos el lugar en sí mismo sería el Jahannam, sobre el que existen dos opiniones. Para los mu’tazilites, quien muere sin arrepentirse, aunque no sea infiel, sufrirá como aquellos, sin posibilidad de redención. Pero para los ash’arites, la forma de salvación es la fe del corazón. En esas condiciones la misericordia divina aceptará que Mahoma interceda por ellos, no siendo castigados.
Según la moral del Islam, el arrepentimiento ha de ser universal y repetirse para cada falta, no por miedo, sino por la “ofensa a Dios”, y debe suponerla firme intención de no volver a hacerlo, reparar los daños causados y peregrinar a la Meca, viaje que borrará los pecados.
El Corán afirma que fuera de su fe no hay salvación, ni siquiera con las buenas obras. “Son ellos los que no creen en los signos de su Señor, ni en que le encontrarán. Vanas habrán sido sus obras y el día de la resurrección no les reconoceremos peso. Su retribución será la gehena por no haber creído y por haber tomado a burla Mis signos y a Mis enviados” -Sura 18.105-106-. O sea, no hay salvación para los no musulmanes.
En cuanto a dónde se encuentra, hay distintas escuelas. Unos lo sitúan en el interior de la Tierra, otros en un lugar del Cielo y otros prefieren no opinar puesto que sólo Dios lo conoce. Pero concuerdan cuando afirman que es enorme e inmensamente profundo. Una piedra tarda años en llegar hasta el fondo.
En general, los tormentos que allí se infringen a los distintos pecadores son de intensidad progresiva de acuerdo con la magnitud de la falta y casi todos relacionados con el fuego o con la ingesta de alimentos insoportablemente amargos, o beber líquidos hediondos a base de sangre y pus. Evidentemente se trata de metáforas para hacer más gráfico un estado de sufrimiento espiritual, puesto que lo descarnado no puede alimentarse físicamente, ni arder. En este sentido hay pocas referencias a lo que los católicos definen como “pena de sentido”, o sea, no poder contemplar a Dios, máxima aspiración del alma.
Los sufíes, místicos musulmanes, sí lo hacen cuando afirman que la más grande tortura, incluso en vida, es simplemente no aceptar a Dios íntimamente y abandonarse en él. Así, “La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y aspira”.
Algunos volcanes han sido considerados puertas a diversos infiernos por razones obvias. Así le pareció, por ejemplo, al madrileño Ruy González de Clavijo tras el viaje que hizo, comisionado por Enrique el Doliente, ante el gran Tamerlán entre los años 1403 y 1406 y que reflejó en su libro Vida y hazañas del gran Tamorlan con la descripción de las tierras de su imperio y señorío. Entre sus descripciones hay algunas realmente curiosas, como esta: “… luego un poco adelante a la mano izquierda apareció otra isla de una sierra alta que es llamada Strangol, y tiene una boca por do salía el humo y fuego, y en la noche salió grandes llamas de fuego por la dicha boca con grandísimo ruido…”.
Años después, el cordobés Pedro Tafur, en tiempos de Juan II de Castilla, se lanzó a ver mundo, lo que le llevó a visitar tres continentes entre 1436 y 1439. En su libro Andanzas e viajes de Pero Tafur por diversas partes del mundo ávidos, que se publicó por primera vez en 1874, figuran frases como esta: “e allí enfrente está la isla del Volcán, que dizen que es una de tres bocas del infierno, porque continuadamente langa fumo e tronidos e salen grandes escorias por la boca, que corren fasta el agua, e tan livianas son que andan encima del agua. E luego cerca está otra boca, que llaman Estrangulo, que asi mismo faze aquel ruido que lo otro… e de allí fuemos a la cibdad de Catanea, que es en la falda de Mongibel, la tercera boca del infierno”. Al parecer.se refiere al Etna y al Stromboli. La ciudad, por supuesto es Catania, en Sicilia, a los pies del volcán, lugar que ha sufrido erupciones y terremotos en varias ocasiones -4 de febrero de 1169 y 1693-, que la han destruido. La lava llegó hasta sus alrededores y luego hasta el mar.
En cuanto a Stromboli, en la isla del mismo nombre en el mar Tirreno, al norte de Sicilia, la última erupción fue en 1930, aunque empezó otra en 2007 Lo más característico del lugar es la Sciara de Fuoco, un “río de fuego” que se aprecia en la noche desde el mar.
Otra ciudad italiana que alberga una puerta del infierno esTurín, donde dicen que está en el interior de una alcantarilla, cerca de Via Cibrario.
El Cementerio del pueblo de Stull
Esta pequeña villa estadounidense, de unos veinte habitantes, difícil de localizar en guías de carretera, está en Kansas, cerca de Lawrence, y su fama no le viene por ninguna hazaña realizada por sus habitantes vivos, sino por los fenómenos sobrenaturales que se dice suceden allí y por quienes ya parecen descansaren el cementerio que corona la colina. De él cuenta que es una de las siete entradas del infierno. Veamos porqué…
Son muchas las leyendas que tienen como protagonistas a su iglesia y al mencionado camposanto, donde hay quienes ven fantasmas e incluso al diablo en persona dos veces al año.
Por eso se reúnen allí satánicos y wic-canos para realizar sus rituales en los equinoccios, afirmando cosas como que allí hay enterrado un muchacho que pensaba que se convertía en un licán-tropo. Su madre sería una bruja del pueblo y el padre el mismísimo Satanás.
Las leyendas son ya centenarias, y se recordaron cuando en el año 1974, un periódico universitario de Kansas publicó una crónica en la que se relataban los numerosos hechos extraños que allí se daban, como la afirmación de un estudiante cuyo “brazo había sido cogido por algo invisible”. Otro fenómeno era que al parecer algunos perdían la memoria tras pasar por allí.
Sus habitantes están convencidos de ello, encabezados por el párroco que afirmaba que no eran meras supersticiones de gentes crédulas. El día 20 de marzo del año 1978, se reunieron allí unas ciento cincuenta personas que esperaban ver al diablo, acompañado de los espíritus atormentados del cementerio. Por supuesto no pasó nada.
Esto atrajo a diferentes investigadores ansiosos por registrar algún fenómeno inexplicable. Uno de ellos fue el relatado por dos visitantes que fueron de repente zarandeados por un viento inesperado. Al volver al su automóvil, éste había andado solo hasta el lado contrario de la carretera. Otro también fue arrojado al suelo de la iglesia por un remolino sin que pudiera moverse. Por cierto en su interior llovía en ocasiones en día seco.
Según parece, en 1850, el nombre del pueblo era Skull -calavera-, al que se le cambió una letra para no ser relacionado con las prácticas de nigromancia de sus primeros colonos.
En 1980 el Kansas City Times, publicó más rumores sobre este lugar y su iglesia, que para entonces estaba abandonada, recordando la historia de aquel alcalde que apareció apuñalado en un granero de piedra sobre el que luego se edificó la parroquia, hoy desmantelada.
Por último, algo que parece una leyenda urbana. En uno de sus viajes, Juan Pablo II, pidió que su avión no pasara por encima de aquel lugar maldito, cuyo cementerio está hoy protegido por una enorme tapia para que nadie penetre en su interior. Aunque parece que sí existen gentes empeñadas en hacerlo.
Los infiernos
de Extremo Oriente
Para los hinduistas existen veintiún infiernos en los que se reencarnan quienes han caído abundantemente en pecados como lujuria, cólera o avaricia. En el Bhagavad Guita se establece que los hombres de naturaleza demoníaca serán aniquilados allí. Este tipo de creencias pasaron directamente al budismo, donde fueron reelaborados.
En el budismo el equivalente al infierno occidental, con diferencias, es el reino de los Narakas, relacionado con el Di Yu de los chinos.
La principal distinción está en que no existe un juicio y un castigo. Tampoco la estancia es eterna, aunque puede prolongarse mucho tiempo.
Renacer en un Naraka depende del karma y de su estado evolutivo. Los aspectos negativos tienen que ser purificados en el mundo superior mediante distintas reencarnaciones. En estados concretos puede sentirse gran angustia, soledad y terror.
El reino estaría situado en una compleja red de cavernas subterráneas. Existen ocho Narakas helados y otros tantos ardientes. Están asociados a distintos símbolos que significarían autocastigos duros, pero necesarios para poder avanzar en la vía evolutiva.
El Di Yu chino deriva de esta concepción, añadiendo ciertas creencias y leyendas populares. El rey de este infierno es Yama, y se trata de una inmensa maraña de mazmorras donde las almas purgan sus culpas terrenales. Pero no sólo es un lugar de castigo, sino también de renovación para poder avanzar y pasar a la siguiente reencarnación. Sería más parecido al concepto de purgatorio cristiano que al clásico que contempla lo infernal como eterno e inexorable.
Según partamos del budismo o del taoísmo, tiene distintos niveles, regidos por los llamados Reyes de Yama, cada uno de los cuales se ocupa de temas concretos, como el asesinato, el adulterio o la avaricia.
En general se considera que una vez expiada la culpa y purificada el alma mediante el arrepentimiento, Meng Poi, la “Señora del Olvido” de la mitología china, proporciona la llamada “Bebida del Olvido” y se produce una nueva reencarnación en el mundo con el nuevo espíritu dispuesto a enfrentarse a su karma.
Este es uno de los lugares más inhóspitos del mundo, su nombre significa el “lugar vacío”. Un desierto de arena inmenso que separa Arabia Saudita de los Emiratos Árabes Unidos, por el Este; de Omán, al Sudeste; y de Yemen, al Sur.Tiene unos 650.00 kilómetros cuadrados, y está totalmente deshabitado.
Hoy sabemos que en su seno guarda inmensas bolsas de petróleo, portante actualmente es un lugar muy rico.Tanto como temido, fue en el pasado cuando ni los beduinos querían pasar por él. Sólo le cruzaban por los bordes las caravanas que llevaban olíbano -francoin-cienso-, descansando en una ciudad hoy perdida llamada Ubar. Las poblaciones más cercanas están en la región de Najran, y se dedican a atender las explotaciones petrolíferas.
Un lugar donde la temperatura diurna pasa de los 55 grados, con dunas de más de 300 metros, tenía difícil exploración. Empezó a ser visitado por occidentales en 1931, cuando llegó
Bertram Thomas, seguido el año siguiente por John Philby.WilfredThesiger lo cruzó y topografió en parte hacia 1950.
Sus habitantes no humanos son ciertas plantas resistentes en condiciones extremas, ratones, insectos y arañas, pero también algunos otros que forman parte de un mundo legendario.
Y es que este lugar inspiró al escritor fantástico Howard Phillips Lovecraft para crear la biografía ficticia de un árabe loco, AbdulAlhazred, supuesto autor del Necronomicón, un libro maldito lleno de conjuros capaces de despertar y volver al mundo a las fuerzas del mal que llamó Primitivos. Según su particular mitología éstos acechan desde una zona adimensional del tiempo, amenazando siempre con volver cuando alguien que conozca su secreto realice las invocaciones que contiene.
Alhazred habría escrito el libro tras vivir en solitario durante diez años en este lugar, rodeado de temibles monstruos que le habrían atormentado hasta volverle completamente loco. Por eso a su vuelta afirmaba que allí se encontraban confinados por Dios todos los diablos, conocidos en la cultura árabe como djins -genios- o efrits -tal y como se les denomina en Las Mil y Una Noches-.
El terrible final que le da Lovecraft, es el de ser devorado por un monstruo invisible que le arrebató en pleno día en las calles de Damasco ante las mirada atónita de cuantos estaban presentes. Desde luego, un lugar como éste puede inspirar una cosa así, puesto que de todos los sitios terroríficos del mundo, ocupa por derecho propio la cabeza del palmares de las bocas por las que se “accede” al infierno.
Es frecuente encontrarse con denominaciones que hablan de “bocas” o “puertas de los infiernos”, ya sea por su especta-cularidad o por alguna leyenda que pretende explicar su particular geología.
Por ejemplo, cerca de Benidorm, en la costa alicantina, hay una “Patada del Diablo”, en el Puig Campana, una impresionante montaña con un corte perfecto, que parece hecho adrede.
Pero también los hay formados por el agua -señalemos que el lugar más terrorífico señalado en La Divina Comedia, es un lago de hielo-. En la sierra madrileña, en la carretera que va de Navacerrada a Segovia, por ejemplo, hay uno, formado por una serie de peñas por las que salta violentamente el agua del riachuelo que baja hacia Segovia. Otro, por ejemplo está en Portugal, junto al mar, en la carretera Cascais-Malveira.
Lugares siniestros, que aunque no sean puertas, sí parecen conducir al maligno son todos aquellos “puentes del diablo”, que están distribuidos por la geografía del mundo. Uno por ejemplo en Jaraba, Zaragoza, aunque nadie sabe bien por qué se le llama así.
También a muchos volcanes centroamericanos se les considera puertas a los mundos inferiores, quizá donde moran dioses siniestros de los que ni sabemos el nombre.
Son muchísimas, pero una realmente espectacular está en Darvaza, en el desierto de Karakum en Turkmenistán. Se trata de un pozo de 60 metros de diámetros y más de 20 de profundidad, fruto de un sondeo geológico que se topó con una caverna llena de gases tóxicos e inflamables.
Fue un accidente que ocurrió en 1971. De repente, se rompió el techo de la cueva y la tierra se tragó las máquinas, los técnicos no se atrevieron a recuperarlas, pero creyendo que no había mucho gas procedieron a intentar quemarlo, no se sabe bien con qué fin.
Aquello empezó a arder y aún sigue haciéndolo. Desde luego le viene perfecto el apelativo de puerta del infierno… Ésta, abierta por el hombre, hasta no se sabe cuándo, porque nadie sabe cuánto gas hay ni cuándo se apagará. De momento, con su terrible y fascinante espectáculo, se ha convertido en el principal lugar turístico de la zona, y desde luego es toda una metáfora de que los infiernos, los auténticos, siempre los crea el hombre.
Fuente:maestroviejo
http://ccoo-chilecomparte.blogspot.com/2012/02/el-escorial-y-otras-puertas-del.html
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