Muchos antropólogos aún tratan de dilucidar los enigmas que han sido planteados desde el hallazgo de diferentes cráneos humanos peculiarmente deformados- que datan de varios miles de años- encontrados en yacimientos de distintos puntos de América.
Se plantea una seria dificultad a la hora de reconstruir el contexto cultural de los antiguos dueños de estos restos óseos, que radica en la carencia de información acerca de su antigüedad y origen. Esto parece incrementar aún más el halo de misterio creado en torno a dichos ejemplares.
Se plantea una seria dificultad a la hora de reconstruir el contexto cultural de los antiguos dueños de estos restos óseos, que radica en la carencia de información acerca de su antigüedad y origen. Esto parece incrementar aún más el halo de misterio creado en torno a dichos ejemplares.
En el Museo Arqueológico de Lima y asimismo en el de Ica, ambos en Perú, se encuentran vitrinas que exponen variedades de estos cráneos de formas muy dispares, que curiosamente habrían pertenecido a diferentes grupos humanos de Sudamérica; principalmente de Perú.
Se cree que estas anomalías fueron creadas intencionalmente en su tiempo con motivos religiosos, estéticos o de prácticas de rituales, como se sabe que sucedía, por ejemplo en la antigua Nubia (Egipto) y en otras culturas de Asia, África y Europa. Según la teoría, el mecanismo de deformación comenzaría desde la niñez de la persona, utilizando tablillas opresoras, cintas de cuero u otros artefactos que comprimían la caja craneana en un sentido determinado, forzándola a desarrollarse en una dirección no habitual, aunque sin modificaciones de su capacidad volumétrica.
La diversidad de las deformaciones ha dado lugar a una clasificación morfológica de cuatro categorías: Cabeza Cónica (o Coneheads), forma de «M», forma de «J» y por último, la que podría ser más antigua, «premoderna». Algunos antropólogos hacen una división de las deformaciones por «tipos» y hablan así del tipo Opa, Pampas, Aymará, Cavernas, Necrópolis, Nazca, Palta, etc.
Los interrogantes acerca de estos curiosos cráneos son de naturaleza muy variada. Un claro ejemplo, es el cráneo clasificado Nº 177 proveniente de Paracas, al cual por la chatura de su porción frontal, los antropólogos basados en la Teoría Evolucionista de Darwin, lo clasificarían dentro de la rama antecesora al Neandertal. Pero éste posee, sin embargo, un maxilar inferior muy similar al del hombre moderno. Una de las hipótesis surgidas en el intento de clarificar esta anomalía, es que este espécimen sería de una raza «pre-moderna»
Pero con este bien logrado “parche” hipotético surgiría una cuestión aún más enigmática, porque según la teoría convencional, la raza humana recién habría comenzado a caminar por tierras norteamericanas, como máximo unos 35.000 años antes de Cristo y habría llegado a Sudamérica aún más tarde. Es decir que todos los restos humanos hallados deberían tener ya la complexión del hombre moderno, por lo que la aparición de un cráneo de estas características, se sumaría a la lista de otros varios hallazgos arqueológicos que hoy ponen en tela de juicio a muchas de las teorías formuladas por la antropología moderna, incluida el pilar que representa para ésta el darwinismo.
Pero estas extrañas estructuras ofrecen aún un plus de cuestionamientos para los estudiosos de la «evolución del homínido», porque los cráneos en «M» y «J» también presentan características poco convencionales. El cráneo en «J» posee unas orbitas oculares especialmente grandes, aproximadamente un 15% mayor que lo común; mientras que el cráneo tipo «M» posee las protuberancias que le dan su nombre característico, con una simetría perfecta, que es casi imposible de lograr adoptando presiones mecánicas externas. Pero no todo termina allí, porque estos dos últimos tipos (más que nada el «M») tienen una capacidad craneana descomunal en comparación con los tipos conocidos, que es de aproximadamente 3.000 c.c. Comparando, el hombre moderno tiene una capacidad promedio de 1.400 c.c.
Al fin y al cabo, haciendo un balance de estas exposiciones, parece ser que los cráneos deformados de Ica han terminado por proporcionar a los científicos, más interrogantes que respuestas.
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